El Mar Menor es un lugar emblemático para la Región de Murcia y una fuente de recursos naturales y económicos vital para toda la zona. Sin embargo, en los últimos años, se ha vuelto cada vez más evidente que la salud de la laguna está en peligro debido al aumento de la presencia de una mancha blanca en sus aguas. Durante mucho tiempo, esta mancha ha sido un enigma para los científicos, pero finalmente, el Instituto Español de Oceanografía ha logrado identificar su naturaleza y su origen.
Según los expertos del Instituto, la mancha blanca se debe a la presencia de una gran cantidad de aguas cargadas de carbonatos que han provocado un aumento considerable del PH en el Mar Menor. Esta situación ha hecho que los carbonatos presentes en el agua hayan precipitado, volviéndose blancos y por lo tanto, visibles en la superficie de la laguna. Esta hipótesis se basa en la documentación científica existente sobre fenómenos similares en otras lagunas, lo que respalda la validez de esta explicación.
Pero, ¿de dónde provienen estos carbonatos? En gran parte, se derivan de la roca que envuelve al acuífero en la zona, pero también han jugado un papel crucial las actividades agrícolas desarrolladas en las cercanías del Mar Menor. Los nutrientes presentes en el agua de riego utilizada en la agricultura favorecen la liberación de carbonatos, y el aumento de los caudales de agua empleados intensifica las aportaciones que van a parar al acuífero y, posteriormente, al Mar Menor. De esta manera, la actividad agrícola se convierte en un factor determinante en la presencia de la mancha blanca en esta laguna salada.
Asimismo, la mayor concentración de nitratos en la zona de la mancha blanca también apunta al origen agrícola de estos aportes de carbonatos. La presencia de fitoplancton en la zona blanca es otro indicador de la procedencia de estos nutrientes, lo que refuerza la conexión entre las actividades agrícolas y la alteración del ecosistema del Mar Menor.
Por otro lado, se descarta por completo que los vertidos de origen urbano tengan algún tipo de incidencia en la presencia de la mancha blanca. Según los científicos del Instituto Español de Oceanografía, no hay evidencia científica que respalde esta teoría, por lo que es necesario centrarse en abordar las causas reales de este problema ambiental.
En cuanto a las posibles soluciones, los expertos plantean dos enfoques: bombear agua del acuífero para reducir sus aportaciones al Mar Menor o reducir las aportaciones de agua de uso agrícola en la zona. Sin embargo, el investigador Juan Manuel Ruiz advierte que es fundamental abordar las causas subyacentes del problema, como la ordenación de la actividad agrícola, para lograr una solución a largo plazo. Es necesario que las autoridades regionales y locales tomen medidas concretas para proteger la salud del Mar Menor y preservar este valioso ecosistema para las generaciones futuras.
Jornada de expertos
El seminario, organizado por la Consejería de Medio Ambiente, Universidades, Investigación y Mar Menor, tuvo como objetivo facilitar el intercambio de información sobre la pluma de turbidez que se observa entre la rambla de El Albujón y la isla Perdiguera.
El consejero Juan María Vázquez inauguró el evento y enfatizó la importancia de comprender el origen de este fenómeno y buscar soluciones científicas para mitigar su impacto en el ecosistema. Se espera que las conclusiones del encuentro ayuden a establecer un plan de acción para reducir el impacto de la ‘mancha blanca’ en el Mar Menor.
Durante la jornada, participaron seis investigadores de diferentes campos científicos, entre ellos el doctor Jesús M. Mercado Carmona, experto en fitoplancton y eutrofización en ecosistemas costeros, y el doctor Manuel Pozo Rodríguez, catedrático de Geología y Geoquímica de la Universidad Autónoma de Madrid.
Además, se contó con la presencia de investigadores de las universidades públicas de la Región, como el doctor Ángel Pérez Ruzafa, catedrático de Ecología de la Universidad de Murcia, y el doctor Francisco Torrella Mateu, experto en Microbiología. También participó Javier Gilabert, profesor de Ecología de la Universidad Politécnica de Cartagena, y el doctor Gonzalo González Barberá, investigador del CEBAS-CSIC.